domingo, 15 de enero de 2017

CORAZÓN



El otro día me acordé de Corazón. 
Tomé el álbum de fotos y vi unas cuantas 
de cuando éramos niños, se veía inocente, 
frágil, ¿saben?
Recuerdo que en alguna oportunidad cuando 
éramos más grandes y llevábamos unos años 
siendo amigos
       le dije: “Cuéntame, ¿cómo eres, cómo sientes?”
Él guardó silencio. 
Creo que ni él mismo sabía definirse.
    Juntos crecimos, exploramos, nos emocionamos, 
             descubrimos y aprendimos. Pff !
yo lo veía presuroso, quería correr, 
sentir, vivir decía él. Iba un paso,
 luego otro, uno más.
Entonces un día boom!... no sé que experimentó que regresó algo diferente,  traía algo puesto,
  no sé qué era, pero nunca más había querido 
quitárselo, y siempre negaba que 
lo traía consigo. Desde entonces
 yo lo veía distinto, 
aunque sabía que en el fondo seguía 
siendo el mismo. 
Alguna vez, así de lejitos lo vi lastimar a otro,
 y cuando estábamos a solas le dije:

 “¿te has dado cuenta que cuando eres de cartón lastimas, cuando eres de vidrio te rompes y cuando eres de  arena eres efímero al tiempo?”

Y silencioso, como suele ser, 
sólo se me quedó viendo, y me sonrió con desdén.
Cuando le daba por aquello de 
la moda vestía de Rojo, 
según él porque era un  apasionado, 
a veces se vestía de negro, 
según él porque le entraba 
la onda oscura y se sentía malvado.
Eso sí, yo me daba cuenta que 
cuando estaba en confianza 
su color favorito era el blanco
¡Uy, y me acuerdo, ése cuando se enamora, vibra, se estremece, todo es una locura!
                   Pero si lo lastiman se asusta, huye y se esconde, ¡pobrecito!. 
Cuando “se siente mejor” dice que ya 
se volvió frío, que prefiere ser 
un corazón solitario, duro.
“¡A LA MIERDA EL AMOR!” 
va divulgando. Es desconfiado indiferente.
Pero sé que se ha anestesiado porque 
no quiere que vuelvan a lastimarlo.
Muchas veces he estado ahí para consolarlo mientras llora.
 Aquí entre nos, creo que es peor verlo fingir 
y hacerse el fuerte.
 Yo prefiero verlo cómo muere de a poquito, 
suave, despacio, bajito,
 aunque se vea  miedoso, ahí temblando.
Porque éste cuate no sé qué tiene 
pero sé que siempre que sufre, muere y resurge.
Vuelve fuerte, audaz, inteligente, valiente, 
inspirado, deseoso, alegre,
Lo veo apasionado, que ama, baila, 
sueña y se entrega, en todo.
Así. Y se ve ardiente, chispeante, sexual, confiado.
Y se va  y sigue.

Hace poco le vi volver de uno de sus tantos 
viajes a quién sabe dónde.
Hacía mucho que no lo veía, 
de hecho la última vez se veía roto, 
pero hoy estaba fresco, renovado; 
en nuestra charla un poco confundida y enojada le dije:
“¡Te conozco!, no finjas conmigo, yo te he visto, odiar, amar, llorar. La última vez no te veías nada bien. Pero ahora, te ves incluso mejor que yo, 
¿cómo es que lo haces?
 De nuevo no contestó, 
sin embargo antes de despedirse
 me dejó una nota.
 Hace un momento sola y 
frente al espejo me di cuenta que 
traía puesto  ése accesorio que 
muchas veces le vi a corazón.
Me di cuenta que varias veces 
En mi soledad yo también 
recuerdo y lloro.
Yo también odio y perdono.
Y también muy a menudo 
olvido y sonrío.



(EN LA NOTA CORAZÓN ME ESCRIBIÓ….)



“Y qué si ya estás muy remendado, y qué si en ti viven trozos del tiempo de otros corazones, y qué si solo tú conoces tu historia, y qué si nadie sabe lo que realmente escondes, lo que  proteges.
Quítate eso, deja de usarlo, tan solo entiende que en ocasiones estamos vivos y otras simplemente muertos.
Y después de entender que siempre repetiremos éste cíclico vicio, puedes echarte a dormir.

Querida amiga, Ahora sabes lo que es vivir.”


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