El otro día me acordé de Corazón.
Tomé el álbum de fotos y vi unas cuantas
de cuando éramos
niños, se veía inocente,
frágil, ¿saben?
Recuerdo que en alguna oportunidad cuando
éramos más
grandes y llevábamos unos años
siendo amigos
le dije: “Cuéntame, ¿cómo eres, cómo sientes?”
Él guardó silencio.
Creo que ni él mismo sabía definirse.
Juntos crecimos, exploramos, nos emocionamos,
descubrimos
y aprendimos. Pff !,
yo lo veía presuroso, quería correr,
sentir, vivir
decía él. Iba un paso,
luego otro, uno más.
Entonces un día boom!... no sé que experimentó que
regresó algo diferente, traía algo
puesto,
no sé qué era, pero nunca más había querido
quitárselo, y siempre negaba
que
lo traía consigo. Desde entonces
yo lo veía distinto,
aunque sabía que en
el fondo seguía
siendo el mismo.
Alguna vez, así de lejitos lo vi lastimar a otro,
y cuando
estábamos a solas le dije:
“¿te has dado
cuenta que cuando eres de cartón lastimas, cuando eres de vidrio te rompes y
cuando eres de arena eres efímero al
tiempo?”
Y silencioso, como suele ser,
sólo se me quedó viendo, y
me sonrió con desdén.
Cuando le daba por aquello de
la moda vestía de Rojo,
según
él porque era un apasionado,
a veces se
vestía de negro,
según él porque le entraba
la onda oscura y se sentía malvado.
Eso sí, yo me daba cuenta que
cuando estaba en confianza
su color favorito era el blanco
¡Uy, y me acuerdo, ése cuando se enamora, vibra, se
estremece, todo es una locura!
Pero si lo lastiman se asusta, huye y se esconde, ¡pobrecito!.
Cuando “se siente mejor” dice que ya
se volvió frío, que prefiere ser
un corazón solitario, duro.
“¡A
LA MIERDA EL AMOR!”
va divulgando. Es desconfiado indiferente.
Pero sé que se ha anestesiado porque
no quiere que
vuelvan a lastimarlo.
Muchas veces he estado ahí para consolarlo mientras
llora.
Aquí entre nos, creo que es peor verlo fingir
y hacerse
el fuerte.
Yo prefiero verlo cómo muere de a poquito,
suave,
despacio, bajito,
aunque se vea miedoso,
ahí temblando.
Porque éste cuate no sé qué tiene
pero sé que siempre que sufre, muere y resurge.
Vuelve fuerte, audaz, inteligente, valiente,
inspirado,
deseoso, alegre,
Lo veo apasionado, que ama, baila,
sueña y se entrega, en
todo.
Así. Y se ve ardiente, chispeante, sexual, confiado.
Y se va y sigue.
Hace poco le vi volver de uno de sus tantos
viajes a quién
sabe dónde.
Hacía mucho que no lo veía,
de hecho la última vez se
veía roto,
pero hoy estaba fresco, renovado;
en nuestra charla un poco
confundida y enojada le dije:
“¡Te conozco!, no finjas conmigo, yo te he visto, odiar,
amar, llorar. La última vez no te veías nada bien. Pero ahora, te ves incluso
mejor que yo,
¿cómo es que lo haces?
sin embargo antes de despedirse
me
dejó una nota.
Hace un momento sola y
frente al espejo me di cuenta que
traía puesto ése accesorio que
muchas
veces le vi a corazón.
Me di cuenta que varias veces
En mi soledad yo también
recuerdo
y lloro.
Yo también odio y perdono.
Y también muy a menudo
olvido y sonrío.
(EN LA NOTA CORAZÓN ME ESCRIBIÓ….)
“Y qué si ya estás muy remendado, y qué si en ti viven
trozos del tiempo de otros corazones, y qué si solo tú conoces tu historia, y
qué si nadie sabe lo que realmente escondes, lo que proteges.
Quítate eso, deja de usarlo, tan solo entiende que en
ocasiones estamos vivos y otras simplemente muertos.
Y después de entender que siempre repetiremos éste
cíclico vicio, puedes echarte a dormir.
Querida amiga, Ahora sabes lo que es vivir.”
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