No quieras venir a culparme de tus tristezas, no me culpes de las inseguridades que el otro te dejó.
Antes de verte triste, reservé para mí los problemas, las preocupaciones, las tristezas. Nunca dejé de amarte, pero mi silencio para ti era mi ausencia.¡Mujer dame espacio!, Igual que tú necesito tiempo, no para ir a buscar a otra. Igual que tú, yo también tengo problemas. Y no me hace un débil compartirlos contigo, pero mi hombría se rehusa.
¿Es que no entiendes que mi orgullo me obliga a superar ésto yo solo?
¿Fastidiada?...
Yo estoy exhausto.
Caí en cuenta de lo graciosa que eres. ¿cómo podías inventarte esas novelas?, yo apenas y puedo armar una mentira en la que no termine cagado.
¡Malcriada, ibas con tus amigas a llorar!
Decías que había dejado de hacerte el amor, que tengo a otra, que me harías la vida imposible antes de dejarme ser feliz con alguien más. Tu torpe cabecita tenía mil historias de las que no hay certeza, historias donde tenía una amante, que era mejor tú.
Aunque ahora pensándolo, no era una mala idea.
Los hombres dejan de ser niños cuando se hacen de experiencias y aprendizajes.
No me diste el tiempo suficiente para dejar de ser un niño.
Te marchaste. Y aunque no pude detenerte, en el fondo no quise hacerlo.
Estaba madurando y no quise hacer de niñero. Necesito una mujer a mi lado, adulta, independiente, que no reclame, que no demande. Que me ame, pero sobre todo que se ame, porque el día que yo decida irme ella estará bien, tal vez mejor.¡Y sí chingada madre! ¡ya sé que duele!
Madurar duele. Nunca quise hacerte llorar, y si te consuela debes saber que no me viste pero también lo hice. Mujer, por favor, no seas infantil, no quieras venir a culparme de tus tristezas, no me culpes de las inseguridades que el otro te dejó. Yo no tengo en mis manos la rabia suficiente para lastimarte de ésa manera. Es solo que en ocasiones hay que elegir, pensar lo que nos conviene.
Mi niña, la vida suele ser así.
Ha pasado un tiempo. Es bueno encontrarte y ver que sigues cuidando tu cabello. El maquillaje te sienta bien, nunca sales sin enchinar las pestañas. ¿Yo?, yo sigo con el cabello alborotado y un poco de barba. Te escucho y me pregunto, "¿por qué diablos me gustaba el tono mimado de tu voz?"
Me dices que estás bien, desde que me fui no te han faltado citas, nunca estuviste sola realmente. Y es de esperarse, eres hermosa.
Yo sí estuve solo. No soy muy sociable y las parrandas con los amigos solo dejaban resacas de alcohol en la cama de algún hotel. Un tiempo tuve en mi agenda teléfonos de mujeres a las que nunca llamé, después de cogernos sin ningún lazo emocional olvidaba sus rostros, sus nombres.
Un tipo se acerca, toma tu mano y con recelo me saluda. -Es un gusto saber que estás bien- me dices y te alejas.
Ahora también tengo a alguien y la quiero, no es necesario que lo sepas.
Pero tal vez sí debas saber que a veces te pienso. ¿Sabes? Extraño tus torpes manos al cocinar.
Y más tarde mientras comparto un cigarro con ella, me pregunto qué hubiera sido de ti y de mí si hoy estuviéramos juntos. ¿Ya viviríamos cerca del mar como alguna vez planeamos? ¿tendríamos un hijo con el pelo alborotado como el mío al que le enseñaría a nadar? ¿De qué color habrían sido el perro y los dos gatos? Eso hubiera sido bueno vivirlo a tu lado. Pero en nuestra historia, casi al final, cuando todo parecía difícil no quisiste esperar.
Recuerdo tus labios en sonrisa y me lo pregunto. Pero mujer, qué puedo yo hacer si decidiste marcharte.
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