martes, 7 de marzo de 2017

En ocasiones víctima, en ocasiones abusiva y en otras mujer.


Cuando era niña no tenía una conciencia real de lo que sucedía a mi alrededor en cuanto a las “diferencias de género” , todo en mi entorno funcionaba ya de cierta forma que al ir creciendo me era totalmente familiar porque así había estado constituido desde siempre. Sin embargo  al ir haciendo conciencia de mi alrededor me doy cuenta de todas esas diferencias que nos hacen hombres o mujeres tanto social como biológicamente, y que lo que en realidad necesitamos los géneros para una real igualdad es hacer un tratado de paz, una reconciliación con nosotros mismos como individuos, alejándonos de esas palabras que no han hecho nada más que adjetivar comportamientos que en su interior son violencia.

Machismo y feminismo, son palabras que deberíamos de eliminar de nuestro vocabulario.
Y te voy a hablar desde mi posición femenina, la cual ha sido sometida desde principios de la historia humana. Desde que, según la religión con la que crecí en casa, (y de la que ahora conscientemente tengo mis dudas), Dios hizo a Lilith  antes que a Eva para que sea compañera de Adán, pero ¿qué pasó con Lilith? Fue desterrada del paraíso por no seguir las reglas de Adán, por no caminar detrás de él, por ser autosuficiente, por no querer siempre estar debajo de Adán, incluso haciendo el amor, una Lilith pionera de la igualdad entre hombres y mujeres fue vinculada con Lucifer por ser rebelde, autosuficiente y exigir libertad e igualdad. ¿Y sabes que es lo que hay detrás de ésta historia que se usó para asustar a las familias que no bautizaban a sus hijos recién nacidos diciendo que Lilith vendría a llevárselos (pues los único hijos que  ella puede tener eran demonios concebidos con Lucifer)… sabes qué pretende ésta historia?. Pretende que tengas miedo. Que no seas más que la segunda en todo. Que veas a los hombres mejor posicionados que tú. Que no hables, no cuestiones, no los juzgues, que no te prepares, no estudies, porque tú debes de ser como Eva: una mujer aceptable, sumisa, que se equivoca como con lo de la manzana (que en realidad fue un higo), pero que aún por encima de su torpeza, siempre habrá un Adán que la va a mantener, proteger y le dará hijos.
“Darnos hijos”… como si no fuéramos igual que ellos cien por ciento responsables de un embarazo, aquí en occidente si queremos nos cuidamos, ¡aunque esté mal visto todavía por algunos cuantos!  Yo lo siento mucho por aquellas mujeres que aun viven bajo el yugo de culturas retrógradas, bajo el velo de la religión que no te permite avanzar concienzudamente. Mujeres de medio oriente en su mayoría, donde el Islam ha hecho de ellas unas esclavas sociales, ciudadanas que no pueden conducir, tienen que llevar el cuerpo cubierto (ħijāb). Mujeres que  necesitan un guardián masculino para viajar, hacer negocios, abrir una cuenta bancaria, e incluso ir al médico.

Ciudadanas a las que si se les ve con hombres que no sean parte de su familia, pueden ser acusadas de adulterio o prostitución. Algunas de estas leyes no están escritas, y están impuestas de acuerdo a las costumbres del Islam; en las que una estricta separación por géneros, según ellos, es la base de la sociedad.

Nuestras iguales están viviendo éste salvajismo en medio oriente, donde apenas mostrar más que solo tus ojos es mortal, muchas mujeres han sido víctimas de la ley y han sido apedreadas, humilladas, flageladas y muchas veces asesinadas por esta cuestión.
Igual que en el tiempo de la caza de brujas, donde el “Malleus Maleficarum”  escrito por monjes dominicos era el tratado al que se consultaba para saber  cómo hacer confesar a una bruja que lo era para posteriormente asesinarla, porque según la iglesia “el mal está del lado de la mujer” ( Las mujeres son instrumento del Diablo, porque quieren saber con gran prisa las cosas  que suceden en secreto… por eso quieren aprender al lado del diablo). Así que ser independiente, conocedora, investigadora, incluso pelirroja eran razones suficientes para morir en manos de la inquisición.

¿Te parece poco?... y qué me dices de la barbarie, de la mutilación genital desde niñas, una práctica africana que cobra casi el 30% de las vidas. Pero “según la cultura” ésta es necesaria porque al no ser sexualmente sensibles se podrá evitar la infidelidad.
Nos parece estúpido que en pleno siglo XXI   se nos niegue el derecho a la educación y nos conciban solo como máquinas hacedoras de primogénitos,  programadas para limpiar, cocinar, bordar, criar hijos, y si desafortunadamente a quien estamos amamantando resulta ser mujer, debemos entrenarla para que haga exactamente lo mismo, porque así está establecido en la sociedad.
Es aborrecible cómo la virginidad infantil es la moneda que circula en forma de matrimonio al mejor postor,  al que mejor posición social tiene y es conveniente para la familia de la menor.
En algunas culturas, la preferencia por los niños tiene como consecuencia la selección prenatal del sexo y el infanticidio de niñas. En la India, por ejemplo, hay 933 mujeres por cada 1000 hombres, lo que implica 40 millones de mujeres “desaparecidas”.
En países en desarrollo aun en estos días se presentan muertes derivadas de la maternidad puesto que el sector salud no tiene lo necesario para atender partos y mucho menos complicaciones que puedan derivar de partos tempranos en niñas de incluso 11 o 12 años.
¿Todo esto te parece terrible?
¿Qué estás haciendo tú para que sea diferente?
Nuestras bisabuelas  lucharon por nuestro derecho al  sufragio, pero ¿quiénes lo ejercemos siempre y bien informado?
Nuestras abuelas lucharon  por la igualdad de géneros ante la ley y la sociedad, pero seguro que todas tomaremos muy en serio el “primero mujeres y niños” en cualquier siniestro antes de que un hombre llegue y nos quite ése derecho al rescate.
A cuántas de nosotras nos dijeron claramente que estudiemos y nos preparemos para no interpretar el papel de “la Eva sumisa” y poder ser independientes incluso estando casadas, pero cada noche teníamos que servirles la merienda a nuestros padres y hermanos varones, ayudar en las labores domesticas y todo esto se nos enseñaba incluso a través de  juegos: la casita, la comidita, el nenuco.
Hoy en día nos quejamos de muchas desigualdades entre mujeres y hombres, nos quejamos de tener salarios más bajos incluso en el mismo puesto de trabajo, nos quejamos del pink tax o impuesto rosa pero aún así lo pagamos, nos quejamos de tener la presión social de lucir hermosas, ser delgadas, ser buenas madres, esposas, trabajadoras, y se nos hace imparable toda esta agresión.
Pero también entre nosotras nos criticamos, nos juzgamos, nos envidiamos, vendemos nuestra sexualidad públicamente, y muchas veces también  criamos a los machos de los que luego nos quejamos.
Queremos ser ventajosas cuando se puede, “que los niños se queden conmigo después del divorcio”, que me cedan el asiento, que me salven primero, que si soy madre soltera más por descuido que por tragedia todos los programas sociales posibles llenen mis bolsillos. Que él me consienta, me cuide, me mantenga, que sea "un hombre" conmigo.

Así, hemos sido durante años víctimas de la religión, de la sociedad, del seno familiar, pero incluso hemos sido víctimas de nosotras mismas.
Y a sabiendas de esto, y sin conciencia alguna celebramos ése trágico 8 de marzo de 1908.

No quiero dejar de lado el sentir de los hombres, a los que no se les permite llorar, demostrar lo que sienten. En el mundo millones de hombres son víctimas de abuso y violencia, pero por ser hombres no se les cree, y son nuevamente víctimas, ésta vez de burlas y de la vergüenza de hablar. Hombres que tienen la presión de ser cabezas de familias,  que no tienen permitido fracasar, que su valor social  muchas veces se rebaja a lo que poseen materialmente: al auto, la casa, la cartera.
No debería haber confusión alguna, Machismo esconde agresión, violencia. Feminismo esconde  agresión, violencia.
Como mujeres y hombres en lugar de educar a nuestras hijas e hijos con diferencias como hasta ahora, deberíamos educarlos como individuos independientes, educarlos para hacer lo que les apasiona, estudiar, practicar y reconocer lo que  nos ayudará como sociedad. Educar para ser libres de espíritu, de conciencia, de sexualidad, de decisión.
No educar para competir, sino educar para conocer, para cuestionar, para ser empáticos, para alejarlos de las etiquetas de si esto o aquello es para hombres o  para mujeres, porque incluso yo misma me quiero alejar de esas etiquetas.
Si educáramos para el cerebro y para el alma, habría más como Hipatia de Alejandría, Marie Curie, Rachel Carson, Barbara McClintock, más como Leonora Carrington, Tamara de Lempicka, Sor Juana Inés de la Cruz, María Teresa León.
Si educáramos para el cerebro y para el alma habría más como Sócrates, Galileo Galilei, Mozart, Louis Pasteur, Isaac Newton, más como José Emilio Pacheco, Julio Cortázar,  Pablo Picasso, Salvador Dalí.

Sin embargo y tristemente me doy cuenta que para llegar a ello nos falta mucho camino por recorrer, mucho por educarnos a nosotros mismos para después pretender hacerlo con alguien más. Pongamos pues nuestra contribución a esto y tal vez posteriormente no se necesiten de leyes que busquen  regular el trato entre géneros, tal vez podamos entender que las diferencias solo son biológicas y por obvias razones de reproducción. Tal vez podremos llegar a esa Utopía de la que hablaba Thomas Moro.




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