Cuando era niña no tenía una
conciencia real de lo que sucedía a mi alrededor en cuanto a las “diferencias
de género” , todo en mi entorno funcionaba ya de cierta forma que al ir
creciendo me era totalmente familiar porque así había estado constituido desde
siempre. Sin embargo al ir haciendo
conciencia de mi alrededor me doy cuenta de todas esas diferencias que nos
hacen hombres o mujeres tanto social como biológicamente, y que lo que en
realidad necesitamos los géneros para una real igualdad es hacer un tratado de
paz, una reconciliación con nosotros mismos como individuos, alejándonos de
esas palabras que no han hecho nada más que adjetivar comportamientos que en su
interior son violencia.
Machismo y feminismo, son
palabras que deberíamos de eliminar de nuestro vocabulario.
Y te voy a hablar desde mi
posición femenina, la cual ha sido sometida desde principios de la historia
humana. Desde que, según la religión con la que crecí en casa, (y de la que
ahora conscientemente tengo mis dudas), Dios hizo a Lilith antes que a Eva para que sea compañera de
Adán, pero ¿qué pasó con Lilith? Fue desterrada del paraíso por no seguir las
reglas de Adán, por no caminar detrás de él, por ser autosuficiente, por no
querer siempre estar debajo de Adán, incluso haciendo el amor, una Lilith
pionera de la igualdad entre hombres y mujeres fue vinculada con Lucifer por
ser rebelde, autosuficiente y exigir libertad e igualdad. ¿Y sabes que es lo
que hay detrás de ésta historia que se usó para asustar a las familias que no
bautizaban a sus hijos recién nacidos diciendo que Lilith vendría a llevárselos
(pues los único hijos que ella puede
tener eran demonios concebidos con Lucifer)… sabes qué pretende ésta historia?.
Pretende que tengas miedo. Que no seas más que la segunda en todo. Que veas a
los hombres mejor posicionados que tú. Que no hables, no cuestiones, no los
juzgues, que no te prepares, no estudies, porque tú debes de ser como Eva: una
mujer aceptable, sumisa, que se equivoca como con lo de la manzana (que en
realidad fue un higo), pero que aún por encima de su torpeza, siempre habrá un
Adán que la va a mantener, proteger y le dará hijos.
“Darnos
hijos”… como si no fuéramos igual que ellos cien por ciento
responsables de un embarazo, aquí en occidente si queremos nos cuidamos,
¡aunque esté mal visto todavía por algunos cuantos! Yo lo siento mucho por aquellas mujeres que
aun viven bajo el yugo de culturas retrógradas, bajo el velo de la religión que
no te permite avanzar concienzudamente. Mujeres de medio oriente en su mayoría,
donde el Islam ha hecho de ellas unas esclavas sociales, ciudadanas que no pueden conducir, tienen
que llevar el cuerpo cubierto (ħijāb). Mujeres que necesitan un guardián masculino para viajar,
hacer negocios, abrir una cuenta bancaria, e incluso ir al médico.
Ciudadanas a las que si se les
ve con hombres que no sean parte de su familia, pueden ser acusadas de
adulterio o prostitución. Algunas
de estas leyes no están escritas, y están impuestas de acuerdo a las costumbres del
Islam; en las que una estricta separación por géneros, según ellos, es la base
de la sociedad.
Nuestras iguales están viviendo
éste salvajismo en medio oriente, donde apenas mostrar más que solo tus ojos es
mortal, muchas mujeres han sido víctimas de la ley y han sido apedreadas,
humilladas, flageladas y muchas veces asesinadas por esta cuestión.
Igual que en el tiempo de la
caza de brujas, donde el “Malleus Maleficarum”
escrito por monjes dominicos era el tratado al que se consultaba para
saber cómo hacer confesar a una bruja
que lo era para posteriormente asesinarla, porque según la iglesia “el mal está
del lado de la mujer” ( Las mujeres son
instrumento del Diablo, porque quieren saber con gran prisa las cosas que suceden en secreto… por eso quieren
aprender al lado del diablo). Así que ser independiente, conocedora,
investigadora, incluso pelirroja eran razones suficientes para morir en manos de
la inquisición.
¿Te parece poco?... y qué me
dices de la barbarie, de la mutilación genital desde niñas, una práctica africana que
cobra casi el 30% de las vidas. Pero “según la cultura” ésta es necesaria porque
al no ser sexualmente sensibles se podrá evitar la infidelidad.
Nos parece estúpido que en
pleno siglo XXI se nos niegue el
derecho a la educación y nos conciban solo como máquinas hacedoras de
primogénitos, programadas para limpiar,
cocinar, bordar, criar hijos, y si desafortunadamente a quien estamos
amamantando resulta ser mujer, debemos entrenarla para que haga exactamente lo
mismo, porque así está establecido en la sociedad.
Es aborrecible cómo la
virginidad infantil es la moneda que circula en forma de matrimonio al mejor
postor, al que mejor posición social
tiene y es conveniente para la familia de la menor.
En algunas culturas, la
preferencia por los niños tiene como consecuencia la selección prenatal del
sexo y el infanticidio de niñas. En la India, por ejemplo, hay 933 mujeres por
cada 1000 hombres, lo que implica 40 millones de mujeres “desaparecidas”.
En países en desarrollo aun
en estos días se presentan muertes derivadas de la maternidad puesto que el
sector salud no tiene lo necesario para atender partos y mucho menos
complicaciones que puedan derivar de partos tempranos en niñas de incluso 11 o
12 años.
¿Todo esto te parece
terrible?
¿Qué estás haciendo tú para
que sea diferente?
Nuestras bisabuelas lucharon por nuestro derecho al sufragio, pero ¿quiénes lo ejercemos siempre
y bien informado?
Nuestras abuelas
lucharon por la igualdad de géneros ante
la ley y la sociedad, pero seguro que todas tomaremos muy en serio el “primero
mujeres y niños” en cualquier siniestro antes de que un hombre llegue y nos
quite ése derecho al rescate.
A cuántas de nosotras nos
dijeron claramente que estudiemos y nos preparemos para no interpretar el papel
de “la Eva sumisa” y poder ser independientes incluso estando casadas, pero
cada noche teníamos que servirles la merienda a nuestros padres y hermanos
varones, ayudar en las labores domesticas y todo esto se nos enseñaba incluso a través de juegos: la casita, la comidita, el nenuco.
Hoy en día nos quejamos de
muchas desigualdades entre mujeres y hombres, nos quejamos de tener salarios
más bajos incluso en el mismo puesto de trabajo, nos quejamos del pink tax o
impuesto rosa pero aún así lo pagamos, nos quejamos de tener la presión social
de lucir hermosas, ser delgadas, ser buenas madres, esposas, trabajadoras, y se
nos hace imparable toda esta agresión.
Pero también entre nosotras nos
criticamos, nos juzgamos, nos envidiamos, vendemos nuestra sexualidad
públicamente, y muchas veces también criamos
a los machos de los que luego nos quejamos.
Queremos ser ventajosas
cuando se puede, “que los niños se queden conmigo después del divorcio”, que me
cedan el asiento, que me salven primero, que si soy madre soltera más por
descuido que por tragedia todos los programas sociales posibles llenen mis
bolsillos. Que él me consienta, me cuide, me mantenga, que sea "un hombre" conmigo.
Así, hemos sido durante años
víctimas de la religión, de la sociedad, del seno familiar, pero incluso hemos
sido víctimas de nosotras mismas.
Y a sabiendas de esto, y sin
conciencia alguna celebramos ése trágico 8 de marzo de 1908.
No quiero dejar de lado el
sentir de los hombres, a los que no se les permite llorar, demostrar lo que
sienten. En el mundo millones de hombres son víctimas de abuso y violencia,
pero por ser hombres no se les cree, y son nuevamente víctimas, ésta vez de
burlas y de la vergüenza de hablar. Hombres que tienen la presión de ser
cabezas de familias, que no tienen
permitido fracasar, que su valor social muchas
veces se rebaja a lo que poseen materialmente: al auto, la casa, la cartera.
No debería haber confusión
alguna, Machismo esconde agresión, violencia. Feminismo esconde agresión, violencia.
Como mujeres y hombres en
lugar de educar a nuestras hijas e hijos con diferencias como hasta ahora,
deberíamos educarlos como individuos independientes, educarlos para hacer lo
que les apasiona, estudiar, practicar y reconocer lo que nos ayudará como sociedad. Educar para ser
libres de espíritu, de conciencia, de sexualidad, de decisión.
No educar para competir,
sino educar para conocer, para cuestionar, para ser empáticos, para alejarlos
de las etiquetas de si esto o aquello es para hombres o para mujeres, porque incluso yo misma me
quiero alejar de esas etiquetas.
Si educáramos para el
cerebro y para el alma, habría más como Hipatia de Alejandría, Marie Curie,
Rachel Carson, Barbara McClintock, más como Leonora Carrington, Tamara de
Lempicka, Sor Juana Inés de la Cruz, María Teresa León.
Si educáramos para el cerebro
y para el alma habría más como Sócrates, Galileo Galilei, Mozart, Louis Pasteur,
Isaac Newton, más como José Emilio Pacheco, Julio Cortázar, Pablo Picasso, Salvador Dalí.
Sin embargo y tristemente me
doy cuenta que para llegar a ello nos falta mucho camino por recorrer, mucho
por educarnos a nosotros mismos para después pretender hacerlo con alguien más.
Pongamos pues nuestra contribución a esto y tal vez posteriormente no se
necesiten de leyes que busquen regular
el trato entre géneros, tal vez podamos entender que las diferencias solo son
biológicas y por obvias razones de reproducción. Tal vez podremos llegar a esa
Utopía de la que hablaba Thomas Moro.